The Wandering Moon

Luna Sin Rumbo de Nagira Yuu, un libro que me hizo contemplar la imperfección humana e incluso aceptarla un poco más

Una gran novela contemporánea, una historia que puede darse en cualquier esquina del globo, sin respetar fronteras. No creo que este hecho intuido se deba a que el mundo entero y sus naciones hayan perdido el individualismo, aquello que les hacía únicos; como algunas teorías de conspiración pregonan con ímpetu; creo que este hecho intuido sólo refleja algo más íntimo en la raza humana que no viste de costumbres construidas con personalidad y artefactos mundanos, es sólo una condición desnuda que brota desde más adentro, en donde yace una humanidad sin fronteras, sin cuerpo físico ni preferencias voluntarias. Esto fué lo que pensé cuando conocí esta historia.

Mientras ojeaba sin buscar nada en especial, la lista de películas disponibles en U-Next, dos rostros captaron mi atención; dos fisonomías casi lúgubres y compungidas que brotaban desde sus sombras con cierto brillo. Dos miradas de seres que viven en paz consigo mismos, contaban con esa paz interior que yo a veces lo encuentro y otras veces se me va. No es exactamente una mirada de un triunfo premiado en público, aunque tampoco es precisamente propia de seres derrotados por su autocrítica.

Ya que conocía a la actriz, a la talentosa: Suzu Hirose, decidí ponerla, y me dejó perplejo desde un inicio, la realidad que recalcaba muy bruscamente era dolorosa.

Una niña de nueve años que por alguna razón no quería volver a su casa, se encontraba un día bajo la lluvia petrificada y sis paraguas, sólo deseaba que su vida terminara, eso se decía para sus adentros. Por otro lado un joven diez años mayor que ella que se sentaba diariamente en la banca de un parque donde ella jugaba con sus amigas, para el deleitar de su mirada, para saciar la atracción que siente por las niñas y jamás por las mujeres mayores. Es decir, un hombre peligroso.

Ya que en la película no se refleja mucho de lo que ocurre en sus corazones, lo cual, a mi parecer, es inevitable, al terminar la película decidí sumergirme en el libro. Quería conocer más sobre la historia pero en lenguaje original. Por mi buena suerte, estaba disponible en audible.jp de modo que una lectura en japonés que me hubiera tomado casi un mes, me bastó con escucharla durante diez horas y 21 minutos; me acompañó por 4 días mientras caminaba hacia mi trabajo, ida y vuelta: al final unas lágrimas brotaron de mis ojos que últimamente se encontraban con sequedad producto del verano cuya hostilidad crece año tras año; pero no supe exactamente porqué me emocionó de ese modo.

Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero yo no estoy muy seguro de ello, una película compuesta de miles de imágenes no bastó para contar tanto como el libro. La película sólo era una silueta de la historia narrada en letra, descrita con silencios generados por la impotencia de los personajes y sus verdades sofocadas por las miradas hirientes de la sociedad ensimismada y sólo interesada en las apariencias desde la cual narra sus versiones de los hechos, totalmente divorciada de la verdad.

Al conocer la razón por la que la niña Sarasa decide tomar la mano de Fumi, me quedé apenado por ella:

Resulta que solía ser muy feliz con sus padres, pero el padre fallece y la madre la deja a su suerte. Sarasa cuenta que la última vez que vio a su madre fue de espaldas. No la vio voltear ni una sola vez mientras se marchaba con su novio. Su madre no gustaba de cargaba maletas pesadas, cuando algo le incomodaba lo tiraba a un lado, le gustaba andar con las manos sueltas, ligera y libremente. A pesar de haber sido abandonada por ella, Sarasa la envidiaba; por poder vivir de ese modo, imponiendo su presencia, mientras que ella vivía obedeciendo a toda regla impuesta por una sociedad en la que no encajaba y sin hacer notar su presencia.

Cuando Fumi la ve bajo la lluvia empapada y le pregunta por qué no se va a su casa, ella le dice que no quiere volver. Durante la noche la lujuria enfermiza de su primo de catorce años la invadía, el hijo de su tía que se vio obligada a acogerla en su casa luego de la fuga de la madre. Sarasa cuanta como era asesinada cada noche en manos de ese ser sin alma; revivía por la mañana e iba a la escuela, pero al volver por la tarde el miedo la dejaba sin habla languideciendo su espíritu cada día. No había sido penetrada, es decir, violada propiamente; pero sí manoseada en sus partes íntimas y por consiguiente traumada, quién sabe hasta cuándo.

Ese día, Fumi le entrega su paraguas y le pregunta si quisiera venir con él a su apartamento; ella accede, sólo quería escapar. Así viven dos meses juntos, los dos recordarían ese tiempo como los mejores de sus vidas y cada uno tenía una razón muy concreta para aferrarse a ese tiempo lo más que podían. Sin embargo, el final atroz era inminente, sabían que esa estadía tendría consecuencias comprometedoras legalmente.

En el libro, Fumi cuanta cómo temía ser capturado y juzgado ante la ley, pero a su vez, una parte suya y profunda deseaba ser descubierto y así hacer saber al muno de su enfermedad relativa a sus hormonas que jamás llegaron a hacerle el tratamiento porque él, por vergüenza lo encubría durante su adolescencia, periodo en el que pudo haber sido efectivo. Y sobre su estado mental contra el que luchaba. Así, terminaría con su agonía, con su acumulación de vértigos producto de no entender lo que le ocurría por dentro y por fuera; sólo así el mundo sabría quién era, pensó que cualquier consecuencia sería mejor que continuar con la vida que tenía. No era un mal tipo, sólo incapaz de encontrar un lugar en la sociedad, como cada uno de nosotros seguro, en menor a mayor medida.

Sarasa lo recordaría por años, fue el único que la entendió, y la salvó, sacándola de ese infierno en el que vivía. Durante dos meses: vieron películas, comieron pizza, cenaron helados y durmieron hasta la tarde; cada uno en diferentes camas y cuartos, por cierto. Hasta que un día en la televisión aparece el caso, sus casos. Decían que Sarasa se encontraba perdida y que posiblemente se trataba de un rapto por parte de un pervertido. Los dos se helaron, pero aún así Fumi la invita a pasear en el zoológico, lugar donde la gente los reconoce, y por consiguiente las autoridades lo capturan.

En esta era de los smartphones, las imágenes de la captura en la que se escucha a Sarasa gritar desesperadamente el nombre de Fumi, se hace viral y les seguirá persiguiendo por muchos años más, quizá por el resto de sus vidas.

El real canalla que se aprovechaba de Sarasa era inmune, y Fumi pagó condena, fue como si él mismo se castigara, por haber nacido deforme y desorientado, por ser una vergüenza para su familia que muy acomodados cuidaban: su imagen, su empresa, su apellido y su educación. Por otro lado la vida de Sarasa cambió violentamente, jamás pudo perdonarse el haber fallado en el interrogatorio, haciendo parecer a Fumi un maniaco sexual y a pesar de que por las pruebas se sabe que no fue violada, todo cuanto dijo seguramente empeoró la situación de aquel que la salvó, y todo por no poder contar lo que le ocurría durante las noches en la casa de su tía, por sentir vergüenza y pánico, con sólo recordarlo le daba nauseas y temblaba.

Esa noche, de vuelta en la casa de su tía, la manija de la puerta de su habitación volvió a girar durante la noche, todo cuanto temía estaba por volver, pero aquella vez se defendió, como poseída cogió una botella de Whisky que su padre solía beber y que lo conservaba de recuerdo, y lo reventó contra la cabeza de su primo mandándolo al hospital. Al contar la razón de los hechos su tía y tío se sorprendieron pero al final deciden creer a su hijo, alegando que todo era producto de las traumas que vivió durante su secuestro que duró dos meses. Toda verdad que salía de su boca era falsa y toda falsedad imaginada colectivamente se imponía como su realidad que ella negaba pero cada vez con menos fuerza porque era inútil.

Luego del incidente, se muda a un centro del Estado; por fin se libera de la única familia que le quedaba y continúa su vida en soledad. Al contar su versión que siempre salía en tema, la miraban con pena y lástima, entonces cada vez con más convicción optaba por callar.

Algunos hombres se iban interesando por ella porque era muy guapa, diciendo que sentían amor pero, bajo el efecto del alcohol y sus malas calañas, todo amor con celo resultaban muy violentos. Así fue Ryou su novio con el que vivía, el único que se le ve en la película y en el libro. También es un personaje bastante sufrido, pero por otras razones y no llega a cobrar tanto el protagonismo como Fumi y Sarasa. Al final es dejado por razones obvias y empieza a chantajearla publicando fotografías de ella con Fumi con quién se había vuelto a encontrar casualmente y ella poco a poco empezaba a recobrar la sonrisa en su rostro.

Producto del chantaje de Ryou la prensa les complica la vida; la cafetería de Fumi es atacada hasta cerrarse y ella pierde su empleo en un restaurante, pero aún así decide vivir con Fumi, con quién puede ser autoritaria e imponer su carácter que ya creía haberlo perdido, él era el único que sabía cómo era ella en realidad y podía verla sin prejuicios. Fumi se niega, explicando que al estar juntos sus vidas sólo complicarían más, que lo mejor es no verse más: ella vendida como una enferma mental que padece del síndrome de Estocolmo; y él es odiado, y repudiado por la sociedad a más no poder.

Sin embargo al final el desenlace es un tanto optimista, ellos continuan viviendo juntos, no como novios porque no existe un interés de ese tipo entre ellos, por lo cual no se trata de un síndrome de Estocolmo, y mantienen comunicación y una cierta amistad con Rika, una niña a la que terminan cuidando porque la madre que trabajaba con Sarasa era de lo peor quien decide dejarla mientras durase la aventura con su novio. Rica al crecer se entera del pasado de los dos pero, sin embargo, diferencia de otra gente ella sí es consciente de lo falso que resulta todo lo que cuentan en las redes y alimenta su rabia.

En la película no se cuenta mucho pero, en el libro se les ve en el sur de Japón, en un café conversan mientras ignoran las habladurías cuando son reconocidos, diciendo que se han hecho expertos en no hacer caso, e incluso bromean sobre el próximo destino si se ven nuevamente obligados a marcharse porque el pasados nuevamente los encuentra acabando con su estadía. Donde sea que van empiezan una cafetería, viven sin lujo y con mucha calma. Son felices.

Al terminar la historia algo dentro de mí se hizo más blando, me ayudó a entender una vez más aquel cliché que dice , "las apariencias engañan". Los hechos pueden ser lo que son e inmóviles, sin embargo, la forma en que éstos son interpretados y etiquetados por pseudo expertos y reconocidos formal e incluso legalmente, resulta aterrador. ¿Cuántos casos como este habrá en el mundo? - pensé. Y por otro lado, me sorprendió como los dos deciden dejar de defenderse, dejando que la gente opine lo que quiera, que los verdaderos canallas vivan sin condena, que sus familias no mantengan vínculos con ellos, y que sus amistades se alejen con miradas de asco, es decir, ya no esperan nada de nadie, y viven fuertemente, a pesar de todo viven sus días con buena consciencia, las opiniones ajenas acerca de su integridad no consigue manchar sus verdades que sólo ellos conocen. Tal cual como dice el título, que en Japonés es 流浪の月 (Rurou No Tsuki), tsuki es, luna y rurou que son dos letras compones el estado sin paradero del verter de una ola, haciendo alusión al agua pero conectando a la luna, es decir, una luna sin rumbo, sin paradero, que resplandece bellamente en soledad.

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